Ricardo
Casado Chacón
La
casa está derruída, nada se me perdió allí hasta ahora. Algunas
fotos, un lamentable futuro y sólo este recuerdo, demasiado intenso
últimamente para posponer el viaje.
Su
mano rugosa, todavía confortable, endurecida por heladas y su
testaruda rudeza. Ese agónico respirar, sonoro, de pulmones
enfermos. Apenas una docena de metros, hasta el palomar de la Ricarda
enrojecían su arrugada tez. Un alto en el camino. Tos. Alarido.
Mueca de salmón fuera del agua. Frío, niebla. Cigarro. Su mano es
yugo en mi cuello -quizá para que no le vea fumar. Lo tenía
prohibido. ¿Qué ves allí, rapaz? Hayas, un buey, vacas, no veo
pero oigo ovejas y el río. Y el imposible olor húmedo y seco a la
vez, ahora lo huelo, su olor. El tañir de la campana. Se incorpora y
seguimos la marcha hacia la iglesia que está más cerca. Reunión de
pastores...
-
¿Qué traes ahí, Torcuato? Mejor estaría jugando "marro"
con los otros.
-
El nieto se viene al concejo con su agüelo....
a ver si aprende algo, que mañana marcha a Madrid.
Me
he subido a la tinaja grande de la bodega para encontrar un cigarro
escondido cuatro décadas atrás. Ese imposible olor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario