Luisa Hurtado
González
La campana viene sonando
todos los días desde hace dos semanas. De modo que, cuando cae el
sol, los vecinos nos reunimos para seguir con las deliberaciones y
las decisiones tomadas por mayoría. Viéndonos cualquiera podría
pensar que tenemos al pueblo, a las tierras y a los animales,
desatendidos y sin directrices; pero lo cierto es que el verano pasa
sobre nuestras casas tan sin noticias y sin problemas como ha pasado
siempre. De momento hemos decidido mantener la educación y la
compostura; comprendemos que al Hortensio, con la muerte de su mujer,
la casa se le cae encima y el concejo viene a suplir su acuciante
necesidad de consuelo, conversación, apoyo y ayuda.
No obstante el viernes
pasado, por la mañana, en una era que queda lejos de las que él
transita, nos volvimos a reunir. Decidimos que, si pasado el verano,
no acababa por sentirse menos solo y más dueño de su casa y de su
vida, no haríamos chistes ni veríamos con malos ojos que la buena
de Delia, que se ofreció voluntaria, tomase la iniciativa y se
hiciera cargo de él de la mejor forma que pueda.
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