Susana
Romero Martín
Los
contrincantes entraron en la sala, serios y circunspectos. Se oyeron
apenas unos aplausos, silenciados por el resto de espectadores.
Kárpov
y Kaspárov se acercaron, se dieron la mano y se sentaron ante el
tablero.
Kárpov
jugaba con blancas. Las cámaras de medio mundo estaban pendientes de
cada movimiento. Entrecerró los ojos y los dirigió al tablero,
preparándose para una apertura clásica.Sin
embargo, para su sorpresa, en lugar del peón elegido para el
sacrificio se encontró a la dama, envarada e incómoda en una
casilla demasiado expuesta.
Ni
la tradición del juego, ni la importancia del mundial, nada, no hubo
forma de convencerles. Una vez que los peones, reunidos en concejo
abierto, habían decidido que, a partir de ese momento, los reyes y
damas ocuparían la vanguardia, solo quedó cambiar las reglas del
juego.
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