jueves, 4 de julio de 2013

Relato nº 29



Amor de cenizas

Afuera el aire hilaba quejumbres, ululando con desconsuelo. Alguna ráfaga curiosa se colaba por el tiro de la chimenea, removiendo las llamas. Un mar de sombras se estremecía sobre las paredes, inventando rasgos apócrifos y callosos sobre los rostros de las mujeres y hombres, las unas hilando en silencio y los otros contando historias a las que todas prestábamos oídos, los ojos pendientes de la recua, las orejas de las leyendas, todos sin perder puntada.
La verdad es que yo prestaba más atención al hijo de Felisa que a la tarea de hilar, desatendiendo las regañinas que mi madre me lanzaba con la mirada.
Cierto día, mientras los hombres apuraban unas botellas de sidra, se me ocurrió atizar el fuego. Mientras removía las brasas con el hurgón, se me ocurrió escribir en las cenizas el nombre del chico que me tenía el corazón en ascuas. Noté unos ojos clavados en mi nuca. Me giré. Su mirada encendida acarició mi cuerpo. Una llamarada de fuego asoló mis entrañas. Bajé mi vista. Él sonreía. Removí las cenizas para borrar su nombre. Me senté junto a las mujeres. Él se acercó al fuego para calentarse las manos. Al marcharse me entregó un papel. No me atreví a leerlo hasta que me fui a la cama, a la luz del candil. Me decía que también me quería. Sorprendida, me acerqué hasta la lumbre. En las cenizas, dentro de un corazón dibujado, estaba escrito mi nombre, junto al suyo, el que yo creí haber borrado.

Autor: Juan Carlos Pérez López (Sevilla)

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