EL VALLE DEL AGUA

Yolanda Casado Galán

Cada tarde se sumergía en él, ocultándose en el rincón más insospechado, abstrayéndose de todo y de todos. Cada tarde, armado solo con sus pinceles y sus acuarelas se obstinaba en conseguir la perfección de cada árbol, de cada piedra… Conocía aquel cuadro hasta en sus más nimios detalles pues era capaz de hablar de él durante horas, como si más que pintarlo, paseara a diario por aquel paisaje boscoso salpicado por riachuelos y cascadas. Tal vez lo conociera más de lo que me conocía a mí. Tal vez supiera descubrir en las nubes de su cielo peticiones que no era capaz de leer en mis ojos. Así, mientras su cuadro iba creciendo, yo me iba marchitando. Hasta que un día, salí de casa para no volver. Salí sin que intentara detenerme, llorando por lo poco que parecía importarle. Quizás debería haber entrado en el estudio gritando, chillando, reclamando una atención descuidada hacía tiempo, y si lo hubiera hecho, quizás podría haberle ayudado a salir de aquel bosque en el que al final se había perdido y del que ya no era capaz de regresar, por mucho que lo deseara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario