ELLOS


Paloma Hidalgo

Desde hace algún tiempo, los sábados, aunque haga bueno, suelo ir al bosque. Antes solo iba cuando llovía. Quizá porque fui un niña triste. Ahora, desde el lunes empujo las horas para que llegue el sábado. Ese día madrugo, me pongo ropa cómoda y con las primeras luces me acerco a la arboleda. Allí busco un buen tronco en el que apoyar la espalda para poder sentarme y saco las palomitas. Al principio, cuando tiro las primeras, vienen herrerillos y palomas; si me quedo muy quieta, algunas veces se acercan comadrejas, garduñas y rebecos. Pero a mí lo que me gusta es cuando vienen ellos, los niños que han abandonado los cuerpos de adulto en los que estaban condenados a vivir; especialmente un niño pecoso, que no es muy guapo, pero que tiene en la mirada un halo de tristeza que brilla con más fuerza cuando llueve, y un pelirrojo esmirriado al que le sientan muy bien los rayos de sol que se cuelan entre las ramas.  No pierdo la esperanza de que  algún día, mientras jugamos a pídola, al escondite o al rescate, la que vivía dentro de mi aparezca de la mano de alguno de ellos.

1 comentario:

  1. Me parece que tu niña está jugando en el bosque hace tiempo. Relato encantador. Felicidades!
    mara_mn

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