EL VALLE ARRASADO

Belén Sáenz Montero

Ayer vi tu balcón abierto. Los visillos me saludaban henchidos, y esperé al alba para explorar en la geografía de tu cuerpo. Sí, lo he encontrado: el valle de agua, formado tras el deshielo de un viejo fracaso, como me prometiste. Era tan fértil que ocupaba todo el mapamundi y, como un maestro de escuela con su puntero de madera, fui recitando de memoria sus accidentes y sus topónimos. Por el sur lindaba con tu Sajambre natal y, como no hallé fronteras ni aduanas que me detuviesen, subí hasta Picos de Europa. 
Hoy me he encontrado los postigos echados. Estaban yertos los farolillos que me iluminaban el camino, y no he podido esperar a comprobar si estabas sola. Sí, te he encontrado. Al final del reguero que ha anegado nuestra historia, como temimos. Es tan turbio su color escarlata que, como un quijote enloquecido, estoy gritando con desconsuelo tus nombres y mis destinos. Empiezan ambos sobre el suelo con el valle hendido de tu vientre y, si no recibo auxilio o paz que me retengan, huiré hacia arriba, hacia el cielo abierto.

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