lunes, 7 de julio de 2014

LOS 10 RELATOS FINALISTAS DEL III CONCURSO “LEONARDO BARRIADA”.

Estos son los 10 finalistas, déjanos tu comentario.

EL OYENTE

José Andrés Antón Canto

Aquel hombre ya mayor, vestido de negro, con los lustrosos zapatos también oscuros, había tomado asiento en la soledad de uno de los bancos de madera al fondo de la entelada y vetusta Sala de Reuniones. Antes de entrar, tras descender con cierta torpeza del modesto carruaje, los mendigos y los desarrapados muchachos se habían mofado de su aspecto sin misericordia.

Asistió impertérrito a la asamblea que debía acordar esa misma mañana el voto afirmativo o denegatorio al suministro de bienes, fondos y personas, de consuno con los otros Concejos de la comarca, para el abastecimiento de la ansiada guerra contra la odiada Inglaterra.

Poco antes de acabar la reunión, el forastero la abandonó con sigilo. Una mueca de satisfacción podía adivinarse en su rostro enfermo mientras los chicos redoblaban sus crueles chanzas. El cochero atizó con violencia a los caballos dejando una espesa estela de polvo en su apresurada marcha.

Mas retornemos a la Casa del Concejo. Levantada ya la sesión, sin apenas poder incorporarse de la silla, le temblaba todo el cuerpo al anciano Secretario. Solo él, hombre muy viajado y de vasta cultura, pareció haber reconocido en aquel oyente enigmático al rey Felipe de España.

ORGANIZANDO LA AYUDA

Luisa Hurtado González

La campana viene sonando todos los días desde hace dos semanas. De modo que, cuando cae el sol, los vecinos nos reunimos para seguir con las deliberaciones y las decisiones tomadas por mayoría. Viéndonos cualquiera podría pensar que tenemos al pueblo, a las tierras y a los animales, desatendidos y sin directrices; pero lo cierto es que el verano pasa sobre nuestras casas tan sin noticias y sin problemas como ha pasado siempre. De momento hemos decidido mantener la educación y la compostura; comprendemos que al Hortensio, con la muerte de su mujer, la casa se le cae encima y el concejo viene a suplir su acuciante necesidad de consuelo, conversación, apoyo y ayuda.

No obstante el viernes pasado, por la mañana, en una era que queda lejos de las que él transita, nos volvimos a reunir. Decidimos que, si pasado el verano, no acababa por sentirse menos solo y más dueño de su casa y de su vida, no haríamos chistes ni veríamos con malos ojos que la buena de Delia, que se ofreció voluntaria, tomase la iniciativa y se hiciera cargo de él de la mejor forma que pueda.  

EL CONCEJO DEL AÑO

José Manuel Gómez Vega

Una Marzo pizpireta se puso en pie para recibir el bastón de mayordomo de manos del escuálido Febrero. Los meses se sentaban sobre doce piedras milenarias colocadas en círculo al pie del campanario del año. Siempre era igual, tras las tres campanadas de Marzo, el concejo se dividía entre quienes pedían alargar el invierno y quienes pedían adelantar la primavera. Por eso Marzo era tan impredecible: un día podía decretar una helada a petición de la vieja Diciembre, y al día siguiente calorcito a propuesta de Agosto. (Por cierto, la proximidad de éste a Julio era fuente constante de habladurías, porque la mitad de los concejos compartían manta maragata y la otra mitad se aplicaban uno al otro cremas bronceadoras).

Aquellos concejos, celebrados cada primero de mes, mantenían al año unido. Unas veces cedían unos y otras otros: ése era el espíritu. Además, cada mayordomo debía ofrecer un convite y contar una historia, algo siempre bienvenido. Marzo se había presentado este año con doce pomelos que dijo fortalecían el sistema inmunológico, y había repetido la historia de unas abejas aventureras. A este respecto el consenso era unánime: el misterioso Noviembre, con sus castañas asadas e historias de fantasmas, resultaba insuperable.

EL CORAZÓN DE LA TORMENTA

Oscar Royo Royo

La última resolución del concejo fue a todas luces desesperada. No se parecía a ninguna de las anteriores medidas que la asamblea de vecinos, reunida en la plaza del pueblo, había tomado desde que comenzó la sequía. De poco había servido arreglar las acequias para ahorrar agua; no llovía desde hacía tres años y el valle entero agonizaba ocre, polvoriento y triste.

Siguiendo las indicaciones del concejo, todos los vecinos del pueblo acudieron a lo más profundo del Bosque de Salambre y, una vez allí, enterraron junto a los manantiales secos las cartas de amor que nunca se atrevieron a enviar, susurraron a los pozos vacíos las palabras que jamás dijeron a sus seres queridos y gritaron, junto al viento que aullaba entre las ramas secas de los robles, por cada dolor secreto que marchitaba sus corazones.

No se pusieron de acuerdo en lo que sucedió a continuación. Unos hablaron de un roce de cerrojos abriéndose a su alrededor en el bosque; otros, del alivio de algo que comenzaba a desatarse encerrado en su pecho... pero lo cierto es que todos, por primera vez en tres años, empezaron a llorar.

Sólo entonces, lentamente, comenzó a llover sobre el valle.

DE LEY

Miguel Jiménez Salvador
Han de saber Vuestras Mercedes que, el que será el más ilustre hijo de esta orilla del Tormes, regresó a la que fuera su casa, con aspecto de llevar bastante adelantados los trámites para su tránsito al reino del Altísimo. Tanto así que sus vecinos, tras una semana de no volver a saber de él, acudieron a la iglesia. El tañido de la campana convocó al Concejo. Se presentaron todas sus gentes, como les era ordenado, a excepción del buen Lázaro, claro. Tras largas horas de discusión, ya bien entrada la noche, diéronlo por traspasado y sabiéndolo solo, le organizaron un sentido velorio. Y hete aquí que en medio de la emotiva procesión apareciose el finado tan pancho, arrebatando de sus perplejos paisanos, tal exclamación:

¡Anda! Pero, ¿tú no estabas muerto?
Un profeta que acertó a pasar por allá, al conocer los detalles de la noticia, fue y escribió cuatro evangelios. Otro, una rumba.

EL CAMPANERO

Yolanda Nava Miguélez

Desde que Raimundo el campanero enfermase el sonido de las campanas ya no era el mismo. Pareciera que de pronto también ellas hubiesen enfermado y sonaban lentas, perezosas, y con un deje de tristeza que mermaba el buen ánimo del pueblo. Se hablaba poco, y cuando se hacía, era con palabras espinosas como espuelas. Las comadres quemaban los guisos y mal remendaban las ropa, y las bestias, nerviosas, desobedecían las órdenes de sus amos.
Por eso el día que llamaron a concejo nadie acudió. El alcalde ordenó al alguacil ir casa por casa reclutando personal para poner a punto las piedras movidas de la plaza, para limpiar de hierbajos y brozas las cunetas y para encauzar el río que, después de las últimas lluvias, se había desbordado.
Todos se disculparon y excusaron: que si andaban con la siembra…, que si tenían los huesos doloridos... De nada sirvió mencionar la abundante merienda de escabeche y vino que vendría después.

Pero, de pronto, las campanas empezaron a tañer llamando con el lenguaje de siempre a todo el pueblo. En el tercer toque Raimundo cerró los ojos, su último pensamiento estuvo lleno de pesadumbre: ¿quién tocaría para llamar a su funeral? 

UN RECUERDO

Ricardo Casado Chacón

La casa está derruída, nada se me perdió allí hasta ahora. Algunas fotos, un lamentable futuro y sólo este recuerdo, demasiado intenso últimamente para posponer el viaje.

Su mano rugosa, todavía confortable, endurecida por heladas y su testaruda rudeza. Ese agónico respirar, sonoro, de pulmones enfermos. Apenas una docena de metros, hasta el palomar de la Ricarda enrojecían su arrugada tez. Un alto en el camino. Tos. Alarido. Mueca de salmón fuera del agua. Frío, niebla. Cigarro. Su mano es yugo en mi cuello -quizá para que no le vea fumar. Lo tenía prohibido. ¿Qué ves allí, rapaz? Hayas, un buey, vacas, no veo pero oigo ovejas y el río. Y el imposible olor húmedo y seco a la vez, ahora lo huelo, su olor. El tañir de la campana. Se incorpora y seguimos la marcha hacia la iglesia que está más cerca. Reunión de pastores...
- ¿Qué traes ahí, Torcuato? Mejor estaría jugando "marro" con los otros.
- El nieto se viene al concejo con su agüelo.... a ver si aprende algo, que mañana marcha a Madrid.


Me he subido a la tinaja grande de la bodega para encontrar un cigarro escondido cuatro décadas atrás. Ese imposible olor.  

GAMBITO DE REY

Susana Romero Martín

Los contrincantes entraron en la sala, serios y circunspectos. Se oyeron apenas unos aplausos, silenciados por el resto de espectadores.
Kárpov y Kaspárov se acercaron, se dieron la mano y se sentaron ante el tablero.
Kárpov jugaba con blancas. Las cámaras de medio mundo estaban pendientes de cada movimiento. Entrecerró los ojos y los dirigió al tablero, preparándose para una apertura clásica.Sin embargo, para su sorpresa, en lugar del peón elegido para el sacrificio se encontró a la dama, envarada e incómoda en una casilla demasiado expuesta.

Ni la tradición del juego, ni la importancia del mundial, nada, no hubo forma de convencerles. Una vez que los peones, reunidos en concejo abierto, habían decidido que, a partir de ese momento, los reyes y damas ocuparían la vanguardia, solo quedó cambiar las reglas del juego. 

UN ISLOTE DE PAZ

Miguel Ángel Pérez García

La reunión del Concejo concluyó tentando a la medianoche, pero con una decisión tomada. Con las primeras luces del nuevo día todos los vecinos se levantaron y ocuparon sus puestos. Los ancianos fueron a cuidar a los más pequeños, los adolescentes quedaron al cargo de la comida y cada hombre y mujer en edad de trabajar se dirigió a la linde el pueblo. Allí comenzaron a cavar y cavar tal como estaba planeado, guardando la mitad de la tierra para sí y lanzando el resto fuera de su término. Cavaban de sol a luna y descansaban lo justo. Fueron dejando únicamente una lengua de tierra a modo de puente. Cavaron tan hondo que finalmente emergió el mar por la brecha abierta. Entonces, el Presidente del Concejo cavó con rabia, jaleado por los vecinos, hasta eliminar la lengua que los unía a tierra firme.

Ahora su aldea surca el mar a la deriva, pero ya nadie les va a decir que deben hacer o pensar, ni en uno ni en otro sentido, tal como decidieron ellos. 

EL VERDADERO CONCEJO

Nicolás Jarque Alegre


El viento primaveral, que baja feliz del Puerto del Pontón, acaricia las campanas de Nuestra Señora de las Nieves, provocando un tañido dulce. Un repicar solo perceptible para oídos avezados, que reclama la presencia de los paisanos que han de reunirse. Así, llegan desde la Majada de Vegabaño, la Senda del Arcediano, del pueblo, León, Madrid e incluso desde México y otros rincones los miembros del concejo de Sajambre. A medida que van apareciendo por la iglesia, los convocados se reencuentran con besos, abrazos, nostalgias compartidas… Una algarabía que solo se detiene cuando el silencio absoluto coloca a cada uno en su sitio. Entonces, se cierran las puertas de la parroquia y Adán, el más longevo de todos, abre la sesión.

Tiempo después, mucho o poco según a quién se le pregunte, el concejo determina, como en años anteriores, el tema para el concurso de relatos «Leonardo Barriada», eligiendo para esta tercera edición, precisamente, el concejo y, además, acuerdan mantener la campaña infalible de sueños bucólicos para influir en los organizadores. De esta manera, tras numerosos vítores a Soto, se clausura el concejo y las almas se van despidiendo hasta al año próximo, si Dios quiere.