lunes, 7 de julio de 2014

DE LEY

Miguel Jiménez Salvador
Han de saber Vuestras Mercedes que, el que será el más ilustre hijo de esta orilla del Tormes, regresó a la que fuera su casa, con aspecto de llevar bastante adelantados los trámites para su tránsito al reino del Altísimo. Tanto así que sus vecinos, tras una semana de no volver a saber de él, acudieron a la iglesia. El tañido de la campana convocó al Concejo. Se presentaron todas sus gentes, como les era ordenado, a excepción del buen Lázaro, claro. Tras largas horas de discusión, ya bien entrada la noche, diéronlo por traspasado y sabiéndolo solo, le organizaron un sentido velorio. Y hete aquí que en medio de la emotiva procesión apareciose el finado tan pancho, arrebatando de sus perplejos paisanos, tal exclamación:

¡Anda! Pero, ¿tú no estabas muerto?
Un profeta que acertó a pasar por allá, al conocer los detalles de la noticia, fue y escribió cuatro evangelios. Otro, una rumba.

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